Las personas con conductas evitativas se caracterizan por no afrontar el conflicto, sino rodearlo o saltarlo por encima para no verlo. “si no está ya no hay nada que afrontar”. Para estas personas es más fácil irse, huir, una retirada a tiempo antes de enfrentarse a la circunstancia o al hecho que les supone un problema. La fuente de la evitación es el miedo y para evitar el miedo, salimos corriendo, como si algo nos persiguiese, pero esto nos genera un patrón, un círculo de conductas que nos llevará a mermar la capacidad de afrontación de un conflicto y en definitiva a mayor dolor y a la pérdida (oportunidades, decisiones, logros, personas…).
Deberíamos poder permitirnos buscar el modo adecuado para afrontar un conflicto sin interrumpirlo o desear que desaparezca, pero hay algo que bloquea a las personas evitativas y por ello precisamente desarrollan esa conducta que en un principio busca equilibrar el malestar que sienten, pero en realidad provoca un desequilibrio en si mismos porque la evitación no es un buen modelo de resolución y tiende a convertirse en una conducta repetida que normalizamos.
“Dejo de hablarle porque de esa manera se cansará de insistirme y no tendré que sentarme a arreglar las cosas”
Puede parecer un ejemplo desmedido o exagerado, pero es así. Las conductas de evitación suponen un daño mayor, no solo a la persona que las ejecuta, sino a la otra persona o personas si el conflicto es interpersonal.
En el “mejor de los casos” cuando se vean ante un conflicto con otra persona cambiarán de tema, te harán un regalo, escucharán pero sin participar en la conversación, o simplemente obviaran lo sucedido y os iréis de cena. Ahí reside la capacidad de la otra persona de evaluar estas conductas, darse cuenta de que eso no es lo sano y poner las cartas sobre la mesa con la mayor asertividad posible entendiendo que la otra persona intentará evitar una conversación emocional o sensible.
En el “peor de los casos” tienden a desaparecer la vida del otro, a dejar el contacto paulatina o brutalmente, por no ser capaces de afrontar el miedo a enfrentarse a la situación de malestar. El miedo se presenta en forma de dolor, frustración, tristeza, ansiedad, decepción, etc. y les resulta más fácil quitar el problema de en medio, aunque el problema tenga nombre y apellidos.
En general son personas que no toleran el poder sentirse culpables o que han decepcionado a alguien, no conciben el poder hacer daño a alguien y por ello les cuesta asumir su parte de culpa, empatizar con la otra persona y pedir perdón.
La otra persona puede sentir que a la persona evitativa no le importa su malestar, o no le importa él/ella en si mismx, en realidad no es personal, es su manera de afrontar, o mejor dicho de no afrontar, un conflicto. Es frustrante no poder confrontar los problemas sobre todo cuando una de las bases de las relaciones humanas es la comunicación, el diálogo y la escucha para poder superar cualquier problema que surja, los del día a día o los que llevan implícito un carácter emocional más elevado. Mantener una relación con una persona evitativa puede llevar a la otra persona a alejarse emocionalmente porque no puede expresar lo que siente o piensa en base a su relación, tendrá la sensación de que mientras el/ella intenta poner las cartas sobre la mesa a la otra persona siempre le va mal tener esa charla, que huye, y eso emocionalmente desgasta.
La buena noticia es que a dejar de evitar también se aprende.
Disponéis de un video explicativo en el Instagram (@berba.intermediacion)
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