La frustración son sentimientos como la cólera, la rabia, la tristeza, ansiedad, el dolor, etc. que experimentamos cuando no conseguimos algo que deseábamos o algo por lo que habíamos trabajado y al final no puede ser. A lo largo de la vida aprendemos a tolerar la frustración, pero la base está en la gestión que hacemos de la frustración desde la infancia.
¿Cuándo tu hijx quería algo se lo dabas de inmediato? ¿En tu casa tu hijx exigía en vez de pedir “lo quiero y lo quiero ya”? Si la respuesta es afirmativa estamos mandándole la información equivocada, el niñx entenderá que todo lo que quiere lo consigue sin esfuerzo y en un periodo más o menos corto de tiempo, no tiene que esforzarse por conseguir algo, esperar les angustia, no serán capaces de posponer la gratificación o el logro del objetivo. Todo esto se traduce a la vida adulta como una persona con baja tolerancia a la frustración y experimentará sentimientos adversos cada vez que algo no salga como espera, a la mínima se entristecerá, de irritará, enfadara, angustiará, etc.
Una persona con un buen desarrollo de herramientas en la tolerancia a la frustración no experimentará fácilmente sensaciones como las anteriores, se mantendrá en un buen estado de ánimo, canalizando sus emociones, aun si no ha conseguido lo que se proponía. Un adulto con tolerancia a la frustración es una persona con estrategias de autocontrol y control de impulsos.
Es importante educar a los niñxs en la tolerancia a la frustración, sobre todo en un mundo donde la tecnología nos facilita tener las cosas al alcance de nuestra mano, todo parece rápido y de fácil acceso a un clic de ratón o al pulsar una tecla en el móvil, también en la versión de hablarle a Alexa para que te de las soluciones de lo que buscas.
La tecnología no es nuestra enemiga, pero los exámenes y tareas de tus hijxs no se van a resolver a través de Google, y estudiar es un proceso que lleva tiempo, dedicación y paciencia, el resultado es de ellxs, no hay una Alexa que se lo facilite. No suena raro en el mundo estudiantil, ni en el laboral, el querer tirar la toalla cuando el trabajo o el proyecto que teníamos entre manos no tiene la nota que esperábamos o la aceptación, eso nos hace enfadarnos y a culpabilizarnos “no he sido todo lo buenx que debía”. He ahí donde entra el papel de la tolerancia a la frustración. A tu hijx que llega a casa con un aprobado en vez del notable que esperaba hay que enseñarle que el próximo lo hará mejor, que su esfuerzo se verá recompensado, que como padres y madres le apoyamos y que si necesita ayuda la puede pedir. Permitir que tu hijx se disguste está bien, al fin y al cavo a trabajado mucho, pero la visión que hay que proyectar es que a la siguiente lo hará mejor, que no se rinda, que es válido y capaz.
En definitiva, tienen que sentir la frustración y como padres y madres hay que dejar que experimenten esa sensación, pero enseñarles que no pasa nada por no conseguir exactamente lo que quieren, su esfuerzo ha merecido la pena y no todo es blanco y negro; tiene un aprobado, pero la próxima vez lo hará mejor. Como padre y madre el papel de motivadores es importante. Sobreprotegerle y hacerle el siguiente trabajo no sería buena idea, palmearle la espalda diciéndole que no es para tanto tampoco es buena idea, tu labor es la de enseñarle a sentir la frustración como un sentimiento necesario y hacerle ver que su esfuerzo es válido, que estrás para él o ella.
Recuerda que eres su ejemplo de vida, en este caso su ejemplo de tolerancia a la frustración, si te ven rendirte tras un “fracaso” ellxs harán lo mismo que tu, porque habrán aprendido que así es el modo correcto.
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